jueves, 2 de octubre de 2008

La novela totalizante


Así es como parte de la crítica hispanoamericana ha venido clasificando una novela de la que me abruma hablar, pero que no podía seguir evitando por más tiempo en este espacio: Cien años de soledad (1967), de Gabriel García Márquez. Una obra maestra, seguramente la única contribución importante de su autor a la Literatura.

A estas alturas me parece adecuado suponer que todos estamos aproximadamente de acuerdo en lo que es realismo mágico, aunque no hayamos leído esta obra, ni otra escrita con esta misma técnica. En efecto, Cien años de soledad colocó esta expresión en nuestro vocabulario literario de manera que la impresión que causó en su época este modo narrativo esta ya hoy un tanto diluída, y por eso no quiero comentarlo hoy. Me parece más interesante hablar de lo sobresaliente que es esta novela incluso al margen de las contribuciones narrativas novedosas que trajo consigo (hace 41 años).

Casi lo que más cautiva al lector de esta novela es su dimensión narrativa, la sensación embriagadora que provoca el encontrarnos con el universo en la palma de la mano: un mundo construido con imágenes obsesivas de la infancia del autor, narrado en su historia integral, de la génesis al apocalipsis, a través de la historia sintética y privada de una única familia. A pesar de partir de un sencillo supuesto (una pareja funda una familia y un pueblo; un primer bosquejo de la novela proyectaba para ella el título "La casa") la narración se torna pronto proliferante, se va multiplicando en niveles que ofrecen una riquísima variedad de imágenes, situaciones y sentimientos hasta atestar el relato, volviéndolo denso y recargado como el mundo colorido, apabullante y barroco de la selva en que se enmarca. Los niveles temporales se amontonan porque nadie muere del todo en la familia Buendía, merced a la longevidad de sus miembros, a su extraña prolificidad, a su calidad de fantasmas o a que sencillamente el tiempo no pase por algunos de ellos. Los motivos de que se arroga la narración y que recorren la novela son también piezas fascinantes del entendimiento humano, de manera que su ensamblaje y conexión son perfectas en el marco narrativo: la arcadia (o el lugar idílico para vivr), la amenaza del incesto, la premonición y la adivinación (frecuentemente en sueños).

Una técnica de narración maravillosa que pocos lectores captan conscientemente, y que, unida a la habilidad del narrador para ser omnisciente e indiferente al relato que narra, lo cual consigue la entrega pasiva del lector, es concretar lo imposible: es decir, la hipérbole por sí sola es increíble, pero, si se mide, parece posible, lo cual asombra al lector. Por ejemplo, José Arcadio ha dado 112 vueltas al mundo, las amigas del colegio de Meme son 64, en Macondo llueve durante 11 meses seguidos, etc. Así el autor nos maravilla desnaturalizando lo natural (como el hielo, presentado como algo asombroso, o la lluvia), normalizando lo inverosímil (mariposas envolventes, levitación) y situando Macondo en un marco intemporal donde los adelantos científicos (el imán, el ferrocarril, el globo aerostático) llegan con siglos de retraso.

Agotada, termino: sumergirse en el mundo de Macondo es toda una experiencia artística, quien quiera ir seguro sobre un texto fiable (a falta de la primera edición), tiene la "edición conmemorativa" de la Academia (Alfaguara, 2007).

8 comentarios:

Jorge Quirós dijo...

ajajajajá, terminaste hablando de ELLA, lo sabía!!!
Embolias aparte, es genial. Los episodios "mágicos" propiamente dichos están tan impregnados de realidad que no sólo te parece posible lo que pasa, sino que te extraña que en la realidad no se den esos sucesos, quiero decir, que te parece que es la realidad lo que se aleja del libro, no el libro de la realidad...
No sé si me explico.

besos!

Nepomuck dijo...

Me quedé de una pieza cuando leí el artículo de Gabriel García Márquez sobre la impostora Janete Cook.
No lo he leído pero pronto lo haré.

Javier dijo...

Mira que este de Cien años de soledad es de esos libros que se me atravesaron desde el principio... nunca lo empecé, tengo un problema serio con las lecturas que se imponen por obligación (por suerte, en COU, nos dieron a elegir entre ésta y Pedro Páramo, librito que, por cierto, leí y releí con gusto)

Arc dijo...

Es una novela impresionante, me encato leerla.

. dijo...

Es mi libro favorito... Me lo he debido de leer unas diez veces, y siempre encuentro algún nuevo detalle que me maravilla. Y en cada relectura, me compadezco más de Amaranta...

Simplemente, sobrehumano.


Un besito!

Anna dijo...

Hola! te he visto comentar en algun blog, y yo te leo bastante y nunca te comento... En fin, para estrenarme (si no te había comentado ya) te diré que estoy de acuerdo en que es una GRAN obra maestra y un escritor fabuloso.
Un saludo!

Anónimo dijo...

¿Qué decir del genial escritor? Apuntar más sería una tontería...
Eso sí: me gusta más Luis Sepulveda y su "tigrillo"
Un saludote, literata!!

AliciA dijo...

Me ha emocionado esta hornada de comentarios, mucha variedad (no hay por qué estar de acuerdo siempre, aunque vale la pena intentarlo de nuevo, Javi ;P), entusiasmo (el de Frikilósofo y Xío), sorpresas (ya hablaremos, Nepomuck) y caras nuevas (Ana Coll, qué decir, salvo gracias y bienvenida! Y David, no he leído esa novela a la que te refieres, pero lo haré)
Un abrazo para todos (bueno, mejor uno para cada uno...)