miércoles, 21 de enero de 2009

¡Hasta dentro de muy poco!



Noticia: no actualizaré hasta pasados los exámenes, pero tranquilos, se me acaban la segunda semana de febrero.
Hasta entonces, los que os acordéis de mí rezadle una plegaria al Espíritu Santo, ayuda en los exámenes poco inspirados.

Un abrazo.

miércoles, 14 de enero de 2009

Silencio, rebelión y muerte


Cuando el malogrado Federico García Lorca escribió La casa de Bernarda Alba en 1936, resignándose a leerla a sus amigos, ya que no pudo verla estrenada nunca, no sabía que llegaría a ser su obra más famosa, más aclamada y más emotiva. Sin embargo, seguramente sí era consciente del enorme potencial humano de que había dotado a todos sus personajes, y de que la pasión que los corroía y los destruía estaba tan perfectamente simbolizada y tan claramente expresada en los diálogos que la obra resultante no podía ser más que un derroche continuo de maestría literaria y de dominio de la palabra recitada, de tal manera que la altura dramática de la tragedia puesta en escena sobrecoge y conmueve por igual.
Porque, debajo de la descripción del despotismo en que la vieja Bernarda ha enterrado a sus hijas, privándolas de la alegría de la vida y del amor, condenándolas a un luto silente y a una obediencia despiadada, amenazadas por la espada de Damocles de las apariencias y de la falsa virtud, late la compasión del autor hacia las criaturas oprimidas, desde la comprensión de quien comparte una situación parecida.
No en vano la primera y la última palabra de Bernarda en la obra es "¡Silencio!", porque Bernarda es una tirana que aplasta cualquier tentativa de levantamiento contra ella, aunque sea la de su propia hija. La verdadera tragedia de La casa de Bernarda Alba no es la de los personajes que viven tristes situaciones personales, ni la de las muertes, sino la realidad terrible que supone que un poder establecido se haya convertido por la fuerza de los hechos y del miedo en inamovible, y así, según pase el tiempo, será cada vez más difícil de erradicar, porque la imposición de obediencia donde verdaderamente ha arraigado es en los corazones de los oprimidos.

martes, 6 de enero de 2009

El ejemplo a seguir


Porque quiero empezar el año a lo grande dedico esta primera entrada de 2009 a las Novelas Ejemplares (1613), de un anciano don Miguel de Cervantes Saavedra (1547 - 1616), quien, a pesar de su edad, tenía ímpetu y ánimo suficiente para seguir innovando y exigiendo que se le reconociera: "Yo soy el primero que he novelado en lengua castellana, que las muchas novelas que en ella andan impresas, todas son traducidas de lenguas extranjeras, y éstas son mías propias, no imitadas ni hurtadas", nos dice en el prólogo a la obra, refiriéndose a estas novelas a la manera italiana, no al Quijote (1605- 1615), que ni a él ni a nadie se le hubiera ocurrido llamar "novela" por entonces. La novella italiana era un género nuevo procedente de dotar a los cuentos de tipo tradicional de un fondo narrativo más complejo, quitándoles a la vez el marco en que solían insertarse. Hay que decir que las novelas de Cervantes no son ejemplares porque tengan una moraleja, sino porque su autor las consideró dignas de imitarse en el futuro, en la consciencia que tenía de estar trasplantando un género al español, como había hecho el mismísimo Garcilaso.
En definitiva, las Novelas Ejemplares son un conjunto de doce novelas muy cortas, pequeñas obras maestras que nos proporcionan el placer del estilo genial de Cervantes condensado, lleno de gracia, innovación, sorpresa, ironía... Algunas de ellas tienen un profundo estudio psicológico de personajes, otras son muy ligeras, otras desternillantes... Tiene la ventaja de ser independientes, de manera que el lector que se entregue a ellas no tiene que leerlas seguidas, a no ser que quiera hacerse una idea de conjunto, lo que tampoco está de más.
Pasar por alto las Novelas Ejemplares es perderse a Cervantes en una línea expresiva muy purificada, muy valiente, muy novedosa, muy divertida.