Premiada con el premio Herralde de novela, esta obra se ha convertido ya un referente cultural más. Aunque, claro está, dista mucho de ser un clásico, El sueño de Venecia (1992) de Paloma Díaz-Mas es una sorprendente y enriquecedora lectura, muy fresca, inteligente y, por tanto, recomendable.
Qué duda cabe de que la peripecia que la autora describe en las no muy numerosas páginas de su obra no es lo más llamativo de ésta. Las visicitudes por las que pasa un cuadro como objeto fetiche a lo largo de unos cuatrocientos años consitituyen una anécdota curiosa y magistralmente imbricada en una trama cuyo máximo punto de interés no es su desarrollo, sino el estilo literario empleado.
Las palabras de El sueño de Venecia recrean un estilo diferente en cada capítulo, cada uno de ellos imitando de manera escalofriantemente exacta una manera de escribir típica de una determinada época literaria. Así, el primer capítulo está escrito como una novela picaresca, el segundo, como una novela epistolar, otro de ellos imita una novela realista galdosiana... La exactitud milimétrica, la recreación precisa de una manera de escribir inimitable para un autor de hoy, hacen de El sueño de Venecia un ejercicio de estilo cautivador, muestra impactante del vasto conocimiento literario de su autora (Catedrática de universidad y, en la actualidad, investigadora del CSIC, según creo), y de su dominio de la técnica narrativa unido a su habilidad magistral para mantener la tensión, la curiosidad y la admiración por el texto que convierten a los mejores libros en obras de culto.
La fotografía es de Ana Isar, obtenida de Flickr.
Qué duda cabe de que la peripecia que la autora describe en las no muy numerosas páginas de su obra no es lo más llamativo de ésta. Las visicitudes por las que pasa un cuadro como objeto fetiche a lo largo de unos cuatrocientos años consitituyen una anécdota curiosa y magistralmente imbricada en una trama cuyo máximo punto de interés no es su desarrollo, sino el estilo literario empleado.
Las palabras de El sueño de Venecia recrean un estilo diferente en cada capítulo, cada uno de ellos imitando de manera escalofriantemente exacta una manera de escribir típica de una determinada época literaria. Así, el primer capítulo está escrito como una novela picaresca, el segundo, como una novela epistolar, otro de ellos imita una novela realista galdosiana... La exactitud milimétrica, la recreación precisa de una manera de escribir inimitable para un autor de hoy, hacen de El sueño de Venecia un ejercicio de estilo cautivador, muestra impactante del vasto conocimiento literario de su autora (Catedrática de universidad y, en la actualidad, investigadora del CSIC, según creo), y de su dominio de la técnica narrativa unido a su habilidad magistral para mantener la tensión, la curiosidad y la admiración por el texto que convierten a los mejores libros en obras de culto.
La fotografía es de Ana Isar, obtenida de Flickr.