miércoles, 29 de octubre de 2008

La innovación vino de América...


... pero salió de España. Al menos esto es lo que defiende parte de la crítica a la hora de hablar de Rubén Darío y los inicios del Modernismo. El Modernismo en España (como todo lo que pasa aquí) tiene un origen confuso y enrevesado. Algunos dicen que la renovación poética de Fin de Siglo empezó en Bécquer, esto es incuestionable, pero que tuvieron que ser poetas hispanoamericanos los que tomaran las innovaciones de Bécquer y las trajeran a España convertidas en Modernismo. Para otros, los Modernistas españoles tomaron la influencia Simbolista y Parnasianista directamente de Verlaine, Rimbaud, Gautier, Baudelaire; basándola en las novedades métricas que inventó Bécquer.

Las disquisiciones técnicas no importan por ahora, sobre todo si lo que queremos es acercarnos a Rubén Darío. El año 1888, tristemente famoso por el turrón, fue el año de publicación de Azul..., la primera obra de Félix Rubén García Sarmiento ("Rubén Darío"), y que, gracias a las elogiosas críticas de Juan Valera situó a su autor en la cumbre de esa montaña de autocomplacencia llamada Fama. Incluso Valle Inclán, un autor tan profundamente desdeñoso con todo como el propio Umbral, llegó a elogiarle y a imitarle.


El libro, desde luego, es una maravilla. Un canto en verso y prosa a la sencillez exquisita, a la evasión, al preciosismo descriptivo, situado en un ambiente delicado y elitista, de rimas constantemente innovadoras pero cuidadosamente pulidas. Los versos muestran todo el catálogo de figuras retóricas fónicas y sintácticas que se quiera, pero adornadas con la pureza de la filigrana. Se trata de un trabajo sutil y conmovedor de maestría poética, cuyos cuentos y poemas van destilando como goterones de miel en el corazón.


¿El nombre del libro? Baste repetir la famosa frase de Víctor Hugo: "El Arte es azul".


Aquí dejo uno de los poemas del libro, muy a propósito para la estación:



PENSAMIENTO DE OTOÑO

Huye el año a su término
Como arroyo que pasa,
Llevando del poniente
Luz fugitiva y pálida.
Y así como el del pájaro
Que triste tiende el ala,
El vuelo del recuerdo
Que al espacio se lanza
Languidece en lo inmenso
Del azul por do vaga.
Huye el año a su término
Como arroyo que pasa.
Un algo de alma aún yerra
Por los cálices muertos
De las tardes volúbiles
Y los rosales trémulos.
Y, de luces lejanas
Al hondo firmamento,
En alas del perfume
Aún se remonta un sueño.
Un algo de alma aún yerra
Por los cálices muertos.
Canción de despedida
Fingen las fuentes túrbidas.
Si te place, amor mío,
Volvamos a la ruta
Que allá en la primavera
Ambos, las manos juntas,
Seguimos, embriagados
De amor y de ternura,
Por los gratos senderos
Do sus ramas columpian
Olientes avenidas
Que las flores perfuman.
Canción de despedida
Fingen las fuentes turbias.
Un cántico de amores
Brota mi pecho ardiente
Que eterno abril fecundo
De juventud florece.
¡Qué mueran, en buen hora,
Los bellos días! Llegue
Otra vez el invierno;
Renazca áspero y fuerte.
Del viento entre el quejido,
Cual mágico himno alegre,
Un cántico de amores
Brota mi pecho ardiente.
Un cántico de amores
A tu sacra beldad,
¡Mujer, eterno estío,
Primavera inmortal!
Hermana del ígneo astro
Que por la inmensidad
En toda estación vierte
Fecundo, sin cesar,
De su luz esplendente
El dorado raudal.
Un cántico de amores
A tu sacra beldad,
¡Mujer, eterno estío
Primavera inmortal!

viernes, 24 de octubre de 2008

Por favor, por favor

Por favor, tenéis que visitar la última creación burlesca salida de las estropeadas mentes del Frikilósofo y mía.

Espero que os riáis, nosotros lo hemos hecho.


"Cómo acabar de una vez por todas con el siglo XIX"

sábado, 18 de octubre de 2008

Lágrimas y sombras


Hace poco he releído una de las más polémicas obras de José de Cadalso, la brevísma composición de forma teatralizante / dialogada Noches lúgubres (1789).

¿Se trata de una obra romántica? ¿Hubo romanticismo en España? Son dos preguntas sencillas de contestar al principio, pero ninguna de las inmediatas respuestas ( en los dos casos) acaba de dejar satisfecho a nadie. El Romanticismo español, además de muy tardío, las obras que podemos empezar a considerar románticas se publicaron casi treinta años después de que en el resto de Europa ya se hubiera "pasado de moda" el movimiento, resulta un tanto descafeinado. Bécquer es un romántico sui generis, en absoluto comparable al estilo de que hicieran gala Byron, Shelley o Goethe. No peor, sólo difícil de ajustar a un Romanticismo de forma.

Por otra parte, ¿qué hacer con las Noches lúgubres? Su escritura (no su publicación) se anticipa a muchas grandes obras románticas europeas, incluso a Los sufrimientos del joven Werther (1786). El tema de la composición, así como su trasfondo ideológico, la retórica del protagonista y la manera en que se desarrolla la acción son profundamente románticos y devastadoramente originales para la época.

A pesar de ser una obra tan breve, es un gran ejemplo de romanticismo concentrado, es como una píldora que contuviera todo lo que hay que saber acerca de la filosofía romántica, una prefiguración tan exacta que, leída hoy, puede verse como algo tópica, pero que causó una revolución de magnitud asombrosa en su época. Su título, enormemente atractivo y elegido con muchísimo acierto, nos retrae a un escenario escalofriante, donde una mente enamorada hasta el delirio está a punto de cometer un sacrilegio con ayuda de un sepulturero, mientras los vuelos de su pensamiento lo arrebatan hacia la naturaleza y la sociedad como reflejos de su propia alma atormentada.

jueves, 16 de octubre de 2008

La invitación

Aprovecho para invitaros a todos a mi nuevo blog, una página circunstancial que mantendré poco tiempo (espero, ya veréis por qué), quiero que os guste y entretenga, al paso que os compadecéis de mí. La llevaré a la vez que ésta, claro.

Pinchadme aquí.

¡Hasta pronto!

sábado, 11 de octubre de 2008

Una reflexión entretenida





Hoy me apetece plantear un pequeño test sobre hábitos y gustos literarios de mis ínclitos lectores. Se trata de unas preguntas que yo misma contestaré, de paso que insto a todos los letraheridos a contestarlas en sus blogs respectivos, en los comentarios e incluso, si les apetece, mandármelo al email. Así podremos conocernos un poco mejor y entretenernos con unas sencillas reflexiones sobre nosotros mismos.

1- ¿Cuál es la obra que más veces has leído?: Seguramente sea "La Celestina", por visicitudes de la vida académica, aunque nunca me ha disgustado tener que leerla de nuevo. Sorprendentemente, ahora que lo pienso, es posible que la obra que más veces haya leído por placer sea Alicia en el País de las Maravillas (1865), de Lewis Carroll. En serio.

2- ¿Cuál ha sido el último libro que has dejado a medias?: Fue La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe. Pero al final lo acabé... Dejé a medias Los misterios de Udolfo, una novela gótica de Ann Radcliffe.

3- ¿Qué te suele llevar a preferir una lectura en vez de otra?: Si tengo dos libros de los que no sé nada en principio, para elegir, suelo mirar cosas como la contraportada, quién es el traductor, qué tipo de edición es...

4- ¿Recomiendas libros con frecuencia? ¿Qué libros recomiendas más?: A la vista está, recomendar libros cada semana es mi hobby aquí, en la Letraherida. De manera más general, el trabajo (o parte importante del mismo) de un crítico literario es la espurga, el análisis, la selección, y para eso hace falta haber leído mucho...

5- ¿Cuál fue el último libro de poemas que leíste?: La antología de Austral de poetas de los años 50. Por gusto, el último libro fue Metales Pesados (2001), de Carlos Marzal. Hoy en día ya nadie lee poesía...

6-¿Cuál es tu momento preferido del día para leer?: Sin duda alguna, a media tarde e inmediatamente antes de quedarme dormida. Me encanta pasar la tarde leyendo...

7- ¿Recuerdas el primer libro "serio" o adulto que leíste?: Sí, por supuesto. Fue una selección de cuentos de escritores rusos del siglo XIX, todos los cuentos trataban sobre la miseria de la Rusia del XIX, vista desde el punto de vista infantil. Parecía de niños, pero me hizo crecer de golpe.

8- ¿Te gusta ir al teatro? ¿Y leer teatro?: Me gusta mucho ir al teatro, ése es el espacio natural de la literatura teatral, y no el libro. Desgraciadamente, disfruto más del teatro leído que del representado, por culpa del estado de la escena teatral en la actualidad.

9- ¿Lees con frecuencia libros que no sean literatura (filosofía, divulgación, biografías, guías de viaje, cómics...)?: No.

10- ¿Prefieres comprar los libros o aprovecharte de las bibliotecas? ¿Te gusta curiosear en los mercadillos de libros (Feria del libro, libreros antiguos y de viejo...)?: Prefiero comprar libros, porque aspiro a tener una biblioteca decente en casa algún día. Sin embargo, hay libros que ya no se encuentran, y no queda más remedio que acudir a la Biblioteca. ¡Por otra parte, la calidad de la Biblioteca Complutense es tal que es difícil decantarse por comprar los libros!

11- Cuando acabas un libro, ¿cuánto tardas en empezar otro? ¿Lees puntualmente o siempre tienes un libro entre manos?: Siempre tengo un libro entre manos, pero esta pregunta para mi no vale, por motivos obvios.
12- ¿Has escrito alguna vez algo que consideres literatura? ¿De hacerlo, tendrías algún género al que te inclinases más?: Sí, lo he intentado al menos, con un par de cuentos y un poema que compuse una vez y que nadie ha leído (ni lo hará nunca). De atreverme más en serio, seguro que tendría que ser prosa, narrativa y breve.

jueves, 2 de octubre de 2008

La novela totalizante


Así es como parte de la crítica hispanoamericana ha venido clasificando una novela de la que me abruma hablar, pero que no podía seguir evitando por más tiempo en este espacio: Cien años de soledad (1967), de Gabriel García Márquez. Una obra maestra, seguramente la única contribución importante de su autor a la Literatura.

A estas alturas me parece adecuado suponer que todos estamos aproximadamente de acuerdo en lo que es realismo mágico, aunque no hayamos leído esta obra, ni otra escrita con esta misma técnica. En efecto, Cien años de soledad colocó esta expresión en nuestro vocabulario literario de manera que la impresión que causó en su época este modo narrativo esta ya hoy un tanto diluída, y por eso no quiero comentarlo hoy. Me parece más interesante hablar de lo sobresaliente que es esta novela incluso al margen de las contribuciones narrativas novedosas que trajo consigo (hace 41 años).

Casi lo que más cautiva al lector de esta novela es su dimensión narrativa, la sensación embriagadora que provoca el encontrarnos con el universo en la palma de la mano: un mundo construido con imágenes obsesivas de la infancia del autor, narrado en su historia integral, de la génesis al apocalipsis, a través de la historia sintética y privada de una única familia. A pesar de partir de un sencillo supuesto (una pareja funda una familia y un pueblo; un primer bosquejo de la novela proyectaba para ella el título "La casa") la narración se torna pronto proliferante, se va multiplicando en niveles que ofrecen una riquísima variedad de imágenes, situaciones y sentimientos hasta atestar el relato, volviéndolo denso y recargado como el mundo colorido, apabullante y barroco de la selva en que se enmarca. Los niveles temporales se amontonan porque nadie muere del todo en la familia Buendía, merced a la longevidad de sus miembros, a su extraña prolificidad, a su calidad de fantasmas o a que sencillamente el tiempo no pase por algunos de ellos. Los motivos de que se arroga la narración y que recorren la novela son también piezas fascinantes del entendimiento humano, de manera que su ensamblaje y conexión son perfectas en el marco narrativo: la arcadia (o el lugar idílico para vivr), la amenaza del incesto, la premonición y la adivinación (frecuentemente en sueños).

Una técnica de narración maravillosa que pocos lectores captan conscientemente, y que, unida a la habilidad del narrador para ser omnisciente e indiferente al relato que narra, lo cual consigue la entrega pasiva del lector, es concretar lo imposible: es decir, la hipérbole por sí sola es increíble, pero, si se mide, parece posible, lo cual asombra al lector. Por ejemplo, José Arcadio ha dado 112 vueltas al mundo, las amigas del colegio de Meme son 64, en Macondo llueve durante 11 meses seguidos, etc. Así el autor nos maravilla desnaturalizando lo natural (como el hielo, presentado como algo asombroso, o la lluvia), normalizando lo inverosímil (mariposas envolventes, levitación) y situando Macondo en un marco intemporal donde los adelantos científicos (el imán, el ferrocarril, el globo aerostático) llegan con siglos de retraso.

Agotada, termino: sumergirse en el mundo de Macondo es toda una experiencia artística, quien quiera ir seguro sobre un texto fiable (a falta de la primera edición), tiene la "edición conmemorativa" de la Academia (Alfaguara, 2007).