domingo, 25 de mayo de 2008

Dos historias de casadas


Cuando Benito Pérez Galdós publicó la que seguramente sea su obra maestra, Fortunata y Jacinta (1886 – 1887) era perfectamente consciente de la magnitud artística del trocito de patrimonio cultural humano que acababa de dar al mundo. El gran hallazgo del personaje de Fortunata en los bajos fondos de Madrid sustenta una larga pero trepidante historia de dos familias, los Santa Cruz, adineradísimos burgueses comerciantes, y los Rubín, modesta clase media madrileña. Ambas familias se verán removidas hasta los cimientos por culpa de la impetuosidad, pureza y valentía de Fortunata, puro pueblo madrileño, más tripas que corazón, más instinto que razón, primitiva en sus afectos e inamovible en sus escasos pero profundos principios. Enamorada de Juanito de Santa Cruz (un despreciable donjuan), Fortunata hace lo que puede por oponerse a Jacinta, verdadera esposa de Juanito, pero no tan legítima como ella…

La novela trenza los hechos privados y ficticios de las familias y el vastísimo universo, pululante de relaciones y personajes, que les rodea; con el devenir histórico de una España convulsa entre La Gloriosa (1868) y la Restauración Borbónica (1876), cuyos sucesos políticos les irán afectando mucho más de lo que podría pensarse.

Los personajes de Galdós están vivos, tienen sus propias ideas, su propia manera de hablar, sus propias ropas y viviendas, sus propios problemas. Galdós es un fotógrafo, un cronista, un narrador que no molesta, que sólo presenta un vendaval de cuadros que dibujan una novela arrebatadora.

Fortunata sostiene ella sola el complejo universo narrativo de la novela, y lo sustenta en su única idea fija, la que mueve sus actos y de la que derivan todos sus demás pensamientos:

Al que me quiere como dos, le quiero como catorce.

He aquí una novela absolutamente imprescindible. A los que les asusta el número de páginas, que lean la primera parte, y entonces, ¡que prueben a abandonar la lectura!

miércoles, 14 de mayo de 2008

¿La perversión o el amor?



No es mucho lo que se ha escrito acerca de uno de las novelas más perturbadoras del siglo XX, cuyo principal logro es haber creado un personaje estereotípico, perfectamente fijado, recurrido y recurrente al que todo el mundo conoce, haya leído o no Lolita (1955), de Vladimir Nabokov.

¿Por qué fue (es) Lolita una novela escandalosa? No sólo por la cruda recreación del amor de un casi cincuentón por la niña (doce años no son adolescentes) Dolores Haze, la descripción de su insano e irrefrenable deseo y las peripecias a las que le lleva. Lolita es una niña perturbadora porque su mezcla de inocencia y picardía es perfecta. Uno de los pilares sobre los que se asienta la novela, grosso modo, es esta ambigüedad en el personaje objeto de deseo, que maneja la invitación y el rechazo, que ofrece el placer justo antes de retirarlo con un mohín inocente.

No hay que olvidar que la novela está narrada con la voz del pederasta Humbert Humbert, con lo que el dibujo de Lolita se presupone deformado por la mirada del pervertido ¿Es ambigua Lolita o se lo parece a Humbert? ¿Hasta qué punto convence éste al lector de que lo que siente es amor? En mi opinión, la novela escandaliza profundamente porque el análisis que Nabokov ofrece de Humbert llega a poner al lector de parte de éste y... ¿quién quiere sentirse identificado con un pederasta? Efectivamente, el lector rechaza comprender a Humbert y se escandaliza cuando se contempla a sí mismo deseando a Lolita, deseando que Humbert consiga a Lolita.

Leer esta novela es una experiencia abrumadora. La maestría con la que Nabokov (exiliado ruso) pinta la América hipócrita de los años 50, fotografía la sordidez de la huida en carretera, la cultura del motel, del vinilo, es admirable; la fachada de la modernidad y la vida perfecta de postguerra, la gazmoñería de la moral establecida y de la viuda de guerra hambrienta de sexo mientras enfría una sonrisa y un apple pie en el alféizar configuran el trasfondo perfecto para la aventura de Humbert.

Olvidad las fronteras cabales del amor y del sexo entre las tapas de Lolita, dejáos atrapar por Humbert, ese desdichado, pero recobradlas al cerrar el libro: no son nínfulas, son sólo niñas...
lala
"Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Mi pecado, mi alma. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana,
un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuan­do firmaba.
Pero en mis brazos era siempre Lolita."

martes, 6 de mayo de 2008

El páramo mítico de Juan Rulfo


Muchos de los que me seguíais anteriormente ya conocéis mis opiniones sobre la literatura hispanoamericana. En su mayor parte, me parece un conjunto de obras sobrevaloradas, un puñado de escritorzuelos de escaso talento que hay que prestigiar por dos vías: desde el mundo académico, para tener unos estudios específicamente hispanoamericanos y desde el mundo editorial, para vender libros. Sencillamente. Abreviando los laberintos críticos especializados, digamos que del siglo XX me quedo con Jorge Luis Borges, Juan Rulfo (pre-boom) y García Márquez, Julio Cortázar y muy poco de Vargas Llosa (boom). La literatura del boom coincide más o menos con el estilo o cuasi género que se llama "realismo mágico", y que procede de dos líneas muy anteriores (años 30), la literatura fantástica de Borges y lo real maravilloso de Carpentier y luego Rulfo.
Y de Rulfo y su única novela es de quien quiero hablar ahora. Pedro Páramo (1955) es una novela imprescindible porque comprende, desarrolladas o en esencia, casi todas las innovaciones del realismo mágico. Narra una historia aparentemente sencilla, pero fragmentada en la narración, que se desarrolla en Comala, un pueblo mítico pero identificable con cualquier pueblo de la llanura mejicana.
El universo descrito en la novela es intemporal, con visos de eternidad. El lector irá descubriendo que el aparente laconismo de los personajes tiene la causa en que algunos de ellos (¿cuántos?¿quizá todos?) están muertos. Desde las tumbas narran la violenta y arrebatada historia del cacique Pedro Páramo, un ser cruel sin el cual Comala, a pesar de todo, no tiene sentido de existencia. Vivos, muertos, hechos y rumores se entremezclan como agua sobre las piedras a los largo de las escasas 100 páginas de la novela.
El juego con el tiempo interior y exterior de los personajes, el contraste entre el Comala actual y el pasado, la intrigante historia amorosa de Pedro y Susana... todo contribuye a la creación de un espacio mítico que se separa de Méjico y se vuelve universal, y de cuyo angustioso silencio sofocante el lector no se siente capaz de huir.

"Hace calor aquí - dije. Sí, y esto no es nada - me contestó el otro -. Cálmese. Ya lo sentirá más fuerte cuando lleguemos a Comala. Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno. Con decirle que muchos de los que allí se mueren, al llegar al infierno regresan por su cobija."

La fotografía es de Juan Rulfo